El pueblo de los hombres pulpo existe, yo lo conozco, la gente dice que son antiguas historias de costeros, pero yo lo conozco, lo visité en una ocasión... todavía me recorre el cuerpo un escalofrío seco como un latigazo cuando lo recuerdo.
Este pueblo se encuentra en el norte de la isla atlántica más oriental del archipiélago de las canarias, en una zona costera de acantilados y riscos, mas allá, solo los islotes fantasmas que antes llamaban San Borondon, difícilmente visibles en la noche salvo por las hogueras que hacen los fareros para que los intrépidos navíos que se atrevan a cruzar estas aguas, no encallen en sus bajas.
La mar es tranquila por aquí, amiga de navegantes, quizás mas segura que la tierra firme, donde solo el viento y el batir incansable de las olas rompen el silencio de la noche fría y húmeda del invierno.
Recuerdo que había niebla cerrada, la noche se me había echado encima y necesitaba descansar, a lo lejos, unas lucecitas en la costa me hicieron acercarme para pedir hospedaje a quien me lo brindase, no estaba en condiciones de poder elegir, puesto que llevaba todo el día caminando, y tan solo pensaba en sacudirme la maldita humedad que calaba mi cuerpo, por lo que apreté el paso y toqué en la primera puerta con luz que encontré. Nadie contestó a mi llamada, volví a intentarlo mientras miraba por una ventana al lado de la puerta, una sencilla mesa de madera con un par de sillas y un farolillo encendido era todo el mobiliario, pero allí no parecía haber nadie. Atravesé un estrecho callejón con escalones y me dirigí a otra casa, donde tampoco conseguí que me abriesen, y mis ropas estaban ya completamente empapadas, lo intenté en otra, y otra más,en todas cuantas vi con luz, sin resultado alguno, -no se fían de los forasteros- pensé
Cansado,seguí vagando por el pueblo buscando algún rincón o alguna barquita virada donde meterme, más no hallé barca ninguna en tierra. Desanimado, paré por un instante, ya no oía mis pasos, solo el ruido sordo de las olas me acompañaba en la casi total oscuridad de las callejuelas. El olor a mar cada vez se iba haciendo más insoportable, y mi cuerpo empapado tiritaba de frío. Me pareció ver una silueta que caminaba con dificultad unos metros por delante de mí, me dirigí hacia el -¡eh, oiga, espere!-pero desapareció. De pronto, un ruido de pasos me hizo volver la cabeza, otra figura torpe y siniestra se dirigía hacia la orilla, corrí hacia ella, pero la niebla era muy densa y no pude siquiera verla con claridad, solo pude oír un chapoteo en el agua, y después, el mar incansable.
Volvía hacia las luces del pueblo algo contrariado, una puerta un poco más allá se cerró de golpe, me dirigí hacia allí para salir al paso de quien quiera que fuese,y antes de que pudiese llegar, se abrió otra cerca de mí, y luego otras dos, y de repente las torpes siluetas comenzaron a mostrarse más nítidas. En ese momento, noté un golpe fuerte en la espalda que me tiró al suelo, y aunque no acerté a ver de donde provenía, si percibí dos figuras que venían hacia mí moviéndose con dificultad, como si caminasen sobre tentáculos.Mi nerviosismo iba en aumento según se acercaban. Como pude, rodando me eché a un lado, y vi unos grandes ojos en una cabeza redonda y viscosa iluminados por la poca luz que llegaba desde las ventanas. Permanecí inmóvil, creo que por unos instantes hasta mi corazón dejo de latir.
Uno de los tentáculos que iba rastreando la arena llegó a tocarme, lo que hizo que la criatura se detuviese, el tentáculo se enroscó en mi pierna presionando firmemente,traté de soltarlo, pero la fuerza de aquel brazo viscoso era superior, y comenzaba a sentir el estrangulamiento en mi pierna. Levanté la vista hacia arriba y me encontré con sus mirada inerte y sus afiladas cuchillas en la boca. Fueron segundos eternos, pero al momento, no se por que razón, aflojó la fuerza sobre mi pierna,y se dirigió a la orilla como todos los demás.
El ruido de los chapoteos se extendió por la bahía durante unos instantes y luego cesó, volviéndose a oír el bramido rutinario del mar -¿quien demonios eran esas criaturas que volvían al mar?
Me mantuve esperando cerca del lugar hasta que las primeras luces del día aparecieron y pude recuperar mi camino.Cuando me marché, ninguna criatura había salido del agua, y los farolillos de las casas apenas humeaban ya, -habrá sido una alucinación- me dije.
Unos años más tarde, oí un cuento senegalés que habla de los hombres de ocho patas que con la marea de la noche se vuelven a comer al mar.
Y es que , los cuentos, algunas veces no son lo que parecen