A María, estudiante de antropología, la encantaba leer, imaginaba situaciones de pasíon con los autores que escribían los libros que caían en sus manos. Cambiaba de amante como cambiaba de libro y sus fantasías iban de lo romántico a lo salvaje, de lo extravagante a lo anodino, aunque nunca duraban mas de dos o tres días, una semana como máximo, lo que le procuraba una imaginaria vida sexual bastante variada. No le faltaban amantes de verdad, pero ella, fiel creyente de las casualidades, no terminaba de encontrar alguno a su medida.
Ya eran varios días los que llevaba entregada a su nueva pasión, un libro de un autor poco conocido que siempre llevaba en su bolso a todos lados, -por que somos como somos- era el título en cuestión, todo un tratado del funcionamiento neuronal y fisico en las personas, motivo por el que María había forjado un lazo más fuerte hacia este autor que hacia los demás, y deseaba a toda costa tener un encuentro físico con el, por lo que en el camino de vuelta a casa desde la facultad, en el vagón del tren de cercanías que la transportaba, se dedicó a mirar por la ventana mientras buscaba alguna manera de poder verle.
Distrajo su atención un pasajero que se sentó enfrente de ella, y le observó con detenimiento, su vista fue bajando hasta llegar a las manos de el, que estabán sacando un libro de una mochila. El tamaño del objeto le pareció conocido, lo que hizo que fijase un poco más su atención. Sintió una simpatía momentanea cuando reconocío la portada y el título -¡vaya, que casualidad! es el mismo libro que estoy leyendo yo- pensó, y siguió observando, como las manos de aquel pasajero acariciaban las páginas de el libro, lo que la hizo cerrar los ojos e imaginarse junto a su escritor en un sillón, mientras este, le leía sus páginas preferidas. Solo que esta vez, a diferencia de las anteriores, no podía ver en su sueño la cara de su amado. Por más que lo intentaba, el rostro que aparecía era el de su compañero de viaje, lo que la inquitaba bastante.
Estaba tan sumida en sus pensamientos que apenas oyó el nombre de su localidad por la megafonía del tren, por lo que, abrió los ojos y se dispuso a levantarse, pero se topó con la sonrisa cómplice de su vecino de enfrente. Trató de devolvérsela con algo de timidez, pero se rehízo, y antes de que el dijese alguna palabra, sacó el libro y un bolígrafo que guardaba en su bolso y, abriéndolo por la primera página se lo acercó al hombre diciéndole; -¡espero que le guste el libro tanto como a mí! ¿le importaría firmarmelo?.
Recogió su libro firmado y se fue hacia la puerta del vagón del tren de cercanías que se acababa de detener en su estación.
De casualidades está el mundo lleno, pequeño amigo utótono, y casi todas viajan en tren junto al azar.
ResponderEliminar...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE:
SIN MAYUSCULAS
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE LOVE STORY, CABALLO, LA CONQUISTA DE AMERICA CRISOL.
José
ramón...
disculpa el retraso josé ramón. Precioso tu comentario.
ResponderEliminarBienvenido a mi casa. Sigo tus blogs
muchísimas gracias