martes, 5 de junio de 2012

QUIZÁS MAÑANA

    La calima tiñe de ocre la tarde invernal y hace que la sensación desértica compita con la fecha del calendario. En medio de la nada, un paisano trabaja la tierra sin mucho afán, será más bien escaso lo que le produzca si no llueve pronto.
   Siempre el mismo trayecto, todos los días lo recorro para no olvidarte, giro en el cruce para dejar atrás el pueblo y surge ante mí una casi infinita recta que, confundiéndose con el terreno termina escondida entre dos pequeñas montañas. Suaves y voluptuosas me recrean tu imagen tumbada boca arriba al calor del sol, y yo acelero, quiero tocarlo, llegar hasta él. Soy ese liliputiense que descubre al Gigante Gulliver cada mañana y ávido de aventuras se le acerca aun sabiendo que le puede ir la vida en ello. Pero, ¿que podría importarme si consigo con ello disfrutar de tu visión y de tus susurros en mi oido durante unos segundos una vez más?
   Acelero más y más por la inteminable recta, como todos los días, un deseo firme concentrado en un punto.
                                     ¡necesito volver a verte!

 ¡Los destellos intermitentes, señal inequívoca de que estás por llegar! 

 ¡Detengo el coche emocionado y nervioso, se produce el encuentro y no quiero girar la cabeza, solo oír tu voz! ¡vuelvo a oír tu voz de nuevo desde el exterior!

Buenos días, me permite su documentación por favor!-


Para Natalia

 


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